
La idea nació de una búsqueda: capturar cómo la luz puede transformar lo cotidiano en algo escultórico. Inspirado en la estética de maestros del retrato en blanco y negro —como Peter Lindbergh y su culto a la textura—, esta sesión con Alicia explora el contraste como lenguaje emocional.
En un entorno clásico del centro de Zacatecas, las superficies de cantera, hierro y sombra se convierten en extensión del vestido negro. Cada detalle —la tela, la piel, la mirada— fue trabajado para que la luz no solo ilumine, sino que revele.
El resultado es una serie que habla de elegancia sin artificios, donde el blanco y negro no elimina el color, sino que lo condensa en una atmósfera de presencia y carácter.











Las tomas a color complementan la serie como una segunda lectura: la misma figura, el mismo vestido, pero ahora el entorno vibra con los reflejos cálidos del alumbrado urbano.
Alicia aparece como una invitada a una gala imaginaria en las calles de Zacatecas; la ciudad misma es su escenario. El contraste entre lo clásico y lo moderno, entre la luz tenue y el vestido oscuro, convierte cada fotografía en un cuadro de dualidad: elegancia y crudeza, glamour y calle.
Más que un retrato, es una conversación entre la feminidad, la materia y la luz.









